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Foto del escritorKAREN ESCHMANN

La importancia de conectar con nuestros equipos

¿Estás conectando -realmente- con tus equipos?, ¿qué huellas sientes que estás dejando en ellos?. Pues bien, cuando hablamos de equipos no sólo nos referimos a lo organizacional, sino que a todos nuestros equipos: nuestra familia, nuestros amigos, nuestras redes, nuestra comunidad. Vivimos en una Sociedad cada vez más atomizada, en que no somos capaces de conocer, ni mucho menos de entender al otro desde su respectiva realidad, porque vivimos en una sociedad más competitiva que colaborativa, donde solemos estar más preocupados de lo que el otro tiene, que de lo que necesita, y por ende también nos sometemos a esa presión de tener que demostrar lo que somos y lo que tenemos, buscando una aprobación social constante, que nos impide disfrutar y conectar plenamente con los nuestros: con nuestros equipos.


Como consecuencia de este mismo modelo competitivo o capitalista en que estamos insertos es que somos reacios a pedir ayuda, ya que la súper mujer debe demostrar que puede con todo, y el hombre teme ser visto como menos capaz, o inclusive menos hombre en caso de no poder sólo con algo… Y ey! nos olvidamos de que no somos seres supremos: somos Seres Humanos.


Pero este modelo basado en la competitividad no siempre fue así. Hace unos siete mil años atrás, en Europa, entre los Balcanes y la región Egea, habitaron las culturas Matrísticas:


“Debajo de culturas patriarcales, guerreras y nómadas posteriores, se encontró los restos de pueblos más antiguos que habitaron esa parte de la tierra durante milenios, en los cuales no había diferencias entre hombres y mujeres. Sus miembros eran sedentarios y agrícolas y participaban de un modo de vida cooperativo, en donde la presencia de la figura femenina representaba una conciencia no jerárquica del mundo natural. Cuando esta visión de mundo fue reemplazada por la patriarcal, que tiene que ver con el control y la dominación, la búsqueda del poder y del sometimiento, nuestra relación con el planeta comienza a entrar en crisis”. (Maturana, H. y Dávila, X. (2021). La Revolución Reflexiva. Editorial Planeta chilena S.A.)

Trabajo en equipo
La importancia de conectar con nuestros equipos

Nuestras sociedades surgieron como tal con el propósito de un quehacer conjunto. Cuando los diversos grupos o clanes descubrieron que juntos podían lograr más en cuanto a sus respectivas tareas (como establecer comercio, hacer frente a los invasores, etc.), se dio paso a la vida en comunidad para actuar en base a un modelo de mutua colaboración, que luego de muchos años fue olvidado y reemplazado por teorías que nos trajeron a lo que hoy somos: una sociedad basada en la competitividad. Nos fuimos convenciendo de que teníamos que ser mejores que los demás en todos los ámbitos posibles: los más poderosos, los más capaces, etc., y por desgracia todos nuestros procesos se adaptaron a este modelo, situándose la competencia como un eje central en nuestras vidas. Competimos por entrar a un colegio, a la universidad, a un trabajo y mucho más, manteniéndonos en un estrés y frustración constantes que han derivado en un aumento de los cuadros depresivos e inclusive en la tasa de suicidios a nivel mundial, puesto que muchas personas se anulan dejando de ser lo que realmente anhelan para poder alcanzar la idea de éxito o estatus impuesta por la sociedad.


Citando ejemplos de empatía, colaboración y no competitividad, cabe señalar que en países como Japón, los estudiantes no son sometidos a evaluaciones sino hasta alrededor de los diez años de edad (lo que en Chile equivale a 4° o 5° año básico), ya que los primeros años de colegiatura sólo se dedican a reforzar su condición valórica tanto cívica como humana.


Hoy en día nos sentimos débiles incluso estableciendo acuerdos con el otro, cuando en realidad somos seres políticos y sociales, y es absolutamente necesario tener la capacidad de establecer acuerdos para poder convivir en armonía con el otro, ya que la palabra política tiene su raíz etimológica en el griego polis, que significa ciudad o comunidad, y querámoslo o no, todas y todos estamos insertos en una. No obstante, vamos construyendo un mundo que gira en torno a nosotros mismos y nos convencemos de que no necesitamos a nadie más, porque hemos perdido el sentido de vida en comunidad, impidiendo que podamos vernos, escucharnos y apoyarnos como antiguamente se hacía, cuando juntos podíamos más y vivíamos centrados en el mutuo cuidado y respeto.


Es importante en este punto citar el concepto de Redarquía, que es un modelo cada vez más utilizado en el contexto de organizaciones, y que alude a un modelo de liderazgo colaborativo, o como su nombre lo indica, en red, donde cada miembro del equipo tiene igual importancia independiente de su rol en la organización, ya que cada engranaje contribuye a activar la maquinaria, o el propósito en común, como en un Mandala. Mandala, como aquellos diagramas que representan el equilibrio sistémico en base a un punto central, y que nosotros visualizamos como una red de colaboración, la cual debe trabajarse de manera constante para mantener fortalecidos pilares como la confianza, la pertenencia y la comunicación, puesto que el clima y la cultura de los equipos impactan de manera directa en la motivación y bienestar de cada individuo, y por ende, en el rendimiento y logro de las metas comunes.


Por eso la invitación es a reconectar y a cuidar de nosotros mismos y de nuestros equipos, desde la empatía y la equidad, disfrutando desde la presencia plena nuestro día a día, conscientes de dónde estamos, de cómo estamos, de con quién estamos y de para qué estamos.



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